Síntoma

Sin perder la marcha, tres de los cuatro deambulaban alineados.
El capitán, con su botín en mano, marcaba el rumbo hacia tierra firme.
Sin pensar en la duda, convencidos de esa necesidad y en busca de un escape temporal, el grupo de valientes afrontaba una vez mas los peligros de su rutinaria angustia.
Sin un intercambio de palabras, solo se concentraban en el camino.
Sin importar el momento del día, compartían sus viejos rencores ya que el presente no tenía importancia.
De un momento a otro los perdí de vista. No se perdieron en el horizonte, simplemente desaparecieron.