La Siesta

No suelen encontrarse, pero esa tarde de verano, en San Telmo se reunieron. Ambos estaban en la de siempre, en nada y en mucho a la vez: sobreviviendo en el día a día. Imagino sus 24 horas como un round en el boxeo. El día se torna un contrincante, un enemigo al que hay que vencer o del cual debemos evitar que nos golpee y nos lastime. Están ahí parados en el medio del ring, ya no se puede volver atrás y la realidad que ellos transmiten nos azota de entrada a nosotros al despertar.

Quizás (y sea probablemente lo que suceda con nuestros dos protagonistas), duerman en algún lugar (en ninguno en particular). Es posible que no lo hagan en los horarios en que habitualmente la gente descansa, ya que es innato para ellos que su espacio, su morada, sea aquel lugar dónde nadie pueda verlos. Aquella calle desierta, un viejo árbol que casi no logra tapar al sol o un colchón olvidado que ahora alberga un encuentro, circunstancial, pero que ambos saben que puede ser el último…